Los linenses ya no somos ciudadanos

Siempre las mismas caras en todos los frentes de lucha... (y no hablo de la clase política).

Es pisar suelo linense y embargarme una profunda tristeza. Tan solo llevo unos días aquí y la indignación y el hartazgo ya me inundan. ¿Cómo es posible encontrarse las tiendas y supermercados llenos pero las asociaciones y las calles vacías?
La Línea ya no es una ciudad, así como sus habitantes ya no somos ciudadanos.
Ser una ciudad implica tener un proyecto común, ser una comunidad, compartir ilusiones y esperanzas. Sin embargo, la ilusión y la esperanza hace tiempo que abandonaron estas tierras, la desidia y la discordia se han aposentando en nuestras mentes, vivimos en un continuo y fatal sálvese quien pueda.
Costo sangre, sudor y lágrimas lograr el apelativo de “ciudadano” en sustitución del de “súbdito”. Ser un ciudadano implica tener unos privilegios y unas obligaciones. Pero los linenses hemos mancillado el concepto de ciudadanía por partida doble. Ni reclamamos nuestros derechos ni cumplimos con nuestros deberes. No somos dignos de ser ciudadanos. Somos borregos.

¿Porqué no reaccionamos? Quizás no lo estemos pasando tan mal, quizás seamos unos cobardes.
Lo más lamentable no es que no tengamos remedio, sino que parece no molestarnos la situación, parece que estemos a gusto embarrados en nuestra miseria. No existe una prensa crítica que golpee las conciencias, nos gobierna una alcaldesa cobarde incapaz de enfrentarse a los poderes superiores. Hay un vacío de poder social absoluto, puesto que ni los medios ni los políticos actúan y asumen su responsabilidad. Y la ciudadanía no se empodera y toma las riendas. Por eso no tenemos ciudadanía en La Línea, tenemos un gran rebaño (con contadas excepciones, por supuesto).

¿A dónde vamos? A ninguna parte
¿De dónde venimos? De la corrupción y la irresponsabilidad
¿Dónde estamos? En un pozo sin fondo, en la ruina, en el caos...

La Línea no tiene solución, porque nosotros no queremos dársela.

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