Artículo reflexivo construido a partir
de los conocimientos de la asignatura Teoría de la Comunicación y
la Información impartida por Mar Llera (FCom-US) y de la ponencia
“Si te van a matar, no te suicides” escrita por Soledad
Gallego-Díaz. (El País)
El nacimiento de las redes sociales
parece haber convulsionado el panorama mediático y aterrado a los
profesionales de la comunicación ya que la inmediatez y el bajo
coste de estas ponen, en principio, a un bloggero y a un periodista
en igualdad de condiciones de acceso a las audiencias y las fuentes.
Sin embargo, el enfoque que parece haberse instalado en muchos es que
a más red social menos periódico, una visión simplista y
excluyente basada en una falsa igualdad, que redes sociales y
periódicos son medios de comunicación. Un error que equipara dos
realidades bien distintas. Un periódico es el espacio ideal para
desarrollar el Periodismo, ese noble arte responsable de adaptar los
conceptos más complejos a las mentes más sencillas. Las redes
sociales, por su formato, no sirven para tal fin, pero si son muy
útiles para decenas de usos bien distintos.
Por otro lado,
esa multifuncionalidad de las redes sociales no es
aplicable al Periodismo, porque el Periodismo no es una página en
blanco, donde todo valga, todo este permitido y al servicio de
cualquier fin. Existen reglas metodológicas que regulan su
desarrollo y objetivos éticos que señalan su meta. Y por supuesto
el Periodismo, por su propia concepción, siempre debe defender y
servir a la democracia. Sin embargo, en los momentos actuales,
estamos presenciando como a través de diversos medios el Periodismo
se esta convirtiendo en la nueva carnaza de la posmodernidad donde la
verdad no existe. Pero, no todo es negativo. Precisamente las
mismas redes sociales que en ocasiones desvirtúan el arte de
informar, son a la vez un instrumento ideal para
la retroalimentación de ideas y de personas, un elemento
democratizador que permite a otras voces tener acceso al gran
público, fomentando así la polifonía ideológica.
Confundir información y comunicación,
periódicos y redes sociales, es un error garrafal sobre todo porque
ambos no son contrarios sino complementarios y al prescindir de uno
perdemos contenidos, olvidamos perspectivas. A cada medio le
corresponde una función y lo recomendable es que no se pisen. Las
redes sociales no saben ni pueden ofrecer una información mejor ni
mayor que los periódicos ni sustituir a las fuentes a pie de
realidad. A su vez, es evidente que las redes sociales aportan una
comunicación mejor y mayor que los periódicos entre individuos y
organizaciones al prescindir de ese mediador social que es la prensa.
Esto se debe a las diferencias conceptuales entre comunicación e
información. Informar es conocer, comprender, representar, referir y
verificar la realidad, la verdad de los hechos. Mientras que
comunicar es intercambiar y participar, relacionar y accionar ideas y
crear comunión y comunidad entre individuos. Son por tanto conceptos
distintos, que no opuestos. Pues no todo son diferencias, también
hay similitudes. ¿Qué es la comunicación sino un intercambio
constante de informaciones? ¿Qué es la información sino una
comunicación perpetua en busca de la verdad?
Por eso, y ante el panorama actual, un
medio solo será completo si sabe combinar redes sociales y
periódicos, pues las mayores virtudes de las primeras son la
inmediatez y la fluidez mientras la comprensión y la veracidad son
las mejores cualidades de los segundos. Pero no cometamos el error de
trasmutar los valores de ambos, no podemos ni debemos esperar
veracidad y comprensión de la red social ni exigir inmediatez y
fluidez a los periódicos. Porque dentro del mismo instrumento es
inviable alcanzar ambas características.
No veamos en las redes sociales una
falsa panacea, porque conceptualmente, no han creado nada, solo han
perfeccionado algo ya existente puesto que la retroalimentación, la
viralidad o la comunicación multidireccional no son inventos ni
características exclusivas de las redes sociales. Un periódico es
el ejemplo más radical de obra abierta por alimentarse de distintas
fuentes, hacer “metaperiodismo” y ser realizado por un equipo de
varias personas. En el Periodismo la información viaja libremente,
no es propiedad de nadie, las influencias penetran con facilidad y
las nuevas tecnologías ofrecen mayores posibilidades de intercambio.
De esta forma todo periódico se sitúa a medio camino entre la
novela donde la originalidad y la autoria están muy presentes y las
redes sociales donde estos elementos se difuminan para desaparecer.
Paradojicamente, esta ponencia en
defensa del Periodismo se imparte en la inauguración del 26º curso
de la Escuela de Periodismo de El País/UAM. Una escuela al
servicio de un grupo mediático como lo es Prisa. Una educación a
medida de unos intereses. Y no es el único caso, existen otras como
la Escuela de Unidad Editorial, (grupo propietario de El Mundo).
Estas instituciones quiebran toda unidad de la profesión, tanto en
lo académico como en lo laboral, al punto de encontrar
a personas que practican y enseñan periodismo sin haber
pasado por una Facultad de Comunicación, puesto que con el máster,
les basta para ser contratados en la misma empresa que le ha ofertado
dicho título. La carrera se convierte en un accesorio
prescindible.
Este espíritu atomizador quiebra la fortaleza
e influencia de estructuras unitarias de la profesión como las
Facultades de Comunicación, los consejos profesionales o las
asociaciones de la prensa, todas ellas se ven atacadas y
desintegradas por estas prácticas puesto que ¿quién va a escuchar
a un centro educativo que no aporta las herramientas necesarias para
conseguir un trabajo? ¿quién va a atender las quejas de una
asociación dividida entre los miembros que pertenecen a una u otra
cuerda editorial? Las herramientas han sido robadas, usurpadas por
las grandes corporaciones, y los profesionales son incapaces de
entenderse desde el punto y hora en que probablemente no compartan ni
si quiera la formación más básica.
Y tras todo esto, el
objetivo final aparece ante nosotros con aterradora claridad:
mantener el intrusismo y la precariedad entre los periodistas pues
con unas condiciones laborales inestables, un sueldo de miseria y una
alta competencia cultivar un espíritu crítico o cuestionar las
órdenes de los superiores son privilegios difícilmente ejecutables.
Al dividirse la enseñanza del oficio periodístico se imposibilita
la creación de corporativismo profesional que proteja a nuestro
gremio y a sus derechos.
Si atendemos a lo que nos dice el
estructuralismo, esta estructura mediática aporta un significado a
la sociedad y la cultura, sirve de sistema de significación para
justificar el sistema existente. La actual estructura mediática no
es casual, sino causal. Es el fruto del traspaso del dualismo
político al dualismo comunicativo y así pasamos de un bipartidismo
a un “biperiodismo”. De esta manera se logra la autopoiesis, la
perpetuidad del sistema con la creación de estructuras bimembres y
duopolísticas (La Razón/Público, El País/El Mundo, La
Sexta/Intereconomía, Antena 3/Telecinco) que obvian el
multiperspectivismo de la sociedad y la realidad y las simplifican
construyendo dos versiones opuestas e irreconciliables.
Acosados por las nuevas
tecnologías y las grandes corporaciones, los periodistas de hoy y
del mañana nos enfrentamos al gran reto de reinventar nuestra
profesión puesto que las primeras la han difuminado y rebajado al
punto de que cualquiera cree poder desempeñarla, y las segundas han
subvertido la función de los medios sustituyendo la lealtad a la
ciudadanía por la lealtad a la empresa. Y frente a esto,
nuestro espíritu ha de ser valiente y optimista, ni derrotista ni
cobarde. Las claves están en utilizar las nuevas tecnologías para
lo que son y no delegar en ellas un trabajo que es humano y en
recuperar la figura del empresario de la comunicación, un
emprendedor que conozca la profesión y se preocupe de generar
información de calidad y no influencia por conveniencia.
Estamos
acostumbrados a trabajar bajo presiones, las del tiempo y el
poder.
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