Artículo publicado en el nº I de la Caja de Pandora, correspondiente al mes de Marzo de 2007.
Madres e Hijas, hermanas y tías, esas magnificas personas, que a pesar de merecerlo, no piden nada a cambio, que callan en silencio, que sufren en la penumbra.
¿Por qué mantener un silencio que oprime el corazón, por qué tener un secreto que amarga la existencia? Por Amor.
Callar por amor, lamentos ahogados en la penumbra de un maltrato, las lágrimas, el dolor de una mujer,... de una madre.
Maltrato físico o psíquico, no importa, bofetada tras insulto, insulto tras bofetada, un dolor que no acaba, un sufrimiento que perdura en la sombra, en el silencio.
Y el dolor se transforma en rutina, día tras día, año tras año y no acaba, y las promesas de paz flotan en el aire, pero el miedo siempre vuelve, él siempre da un mazazo más.
Gritas, grito ahogado, grito de socorro, pero nadie acude, nadie mira, corres, y huyes, cansada de sufrir, con tu verdadero amor agarrada de la mano, confusa y perdida, mirando a la penumbra, mirándote a los ojos.
Lloras, a escondidas, para que tu hija no te vea, y las lágrimas inundan tus ojos, tu espíritu, y agotada huyes, sin fuerzas, pero él movido por la ira, acaba por encontrarte.
Y si te hubieran escuchado, te habrías salvado, pero no, por más que gritaste, acabaste muerta, después de haber pasado el calvario que te hizo sufrir, por que por amor, no le dijiste nada a tu madre, y por amor, aguantaste las palizas por tu hija.
Y en tu entierro, solo lloraron tu madre y tu hija, tus únicos amores. Qué lloran y lamentan el día en que os besasteis.
No lo permitas.
Arriba compañeras, mujeres... madres.
Nadie mira, nadie escucha. ¡Basta!
En honor a las mujeres que luchan por su libertad a ser mujeres.
Y en especial a mis queridas Carmen Blázquez y Violeta Torres.
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