Si ha visto el informativo de la noche de Antena3 del 4 de
enero y no ha vomitado, tiene usted un estómago de hierro. No es que yo, pese a ser aún estudiante de
Periodismo, sea un ingenuo y no conozca la oscura trastienda de los mass media,
pero el ejercicio de demagogia realizado por los informativos de la cadena del
Grupo Planeta me ha sorprendido hasta a mí.
No soy un experto sobre la cuestión vasca, pero algo sé de periodismo. Y lo que hoy he visto en mi televisión no es digno de llevar ese buen nombre. Pasaré a analizar pormenorizadamente cada parte de la presentación de la noticia.
No soy un experto sobre la cuestión vasca, pero algo sé de periodismo. Y lo que hoy he visto en mi televisión no es digno de llevar ese buen nombre. Pasaré a analizar pormenorizadamente cada parte de la presentación de la noticia.
Primero, crónica amarilla sobre la rueda de prensa de los excarcelados. (El vídeo de la noche es algo distinto al enlazado, que además no incluye el apartado de los abrazos. Aquí se analiza a partir del minuto 1:30). Se destacan las palabras oportunas del
documento, así como su ambigüedad (aún estoy a la espera de encontrar una
declaración política que sea clara e inequívoca). No se menciona que los
firmantes del manifiesto ofrecen “lo que tenemos y ponemos nuestra experiencia
y vivencias al servicio del proceso político democrático y la resolución del
conflicto.” Por supuesto, se mencionan algunos detalles que hacen sospechar al
televidente que el acto enaltecía el terrorismo o apoyaba a los presos dispersados, como
apreciar la presencia en la mesa del habitual cartel que reivindica el
acercamiento de los presos al País Vasco o rememorar los crímenes del lector
del manifiesto. Tampoco falta un dato muy necesario para el análisis crítico de
los ciudadanos: que los excarcelados se abrazan en el momento previo al acto. A
mi humilde entender, destacar este detalle no puede tener otro objetivo que
mostrar a los ex-reclusos como seres inhumanos e insensibles, sin arrepentimiento,
para revolver de indignación las tripas del espectador. Y cierran esta primera parte tirando de hemeroteca (para esto sí) y recordando algunas de las
atrocidades perpetradas por presentes en el acto, antiguos etarras.
Después, conato de reivindicación de la profesión periodística. La rueda de prensa convocada en
Durango no admitía preguntas. Para empezar, recalcar mi total rechazo a las
conferencias sin preguntas. Pero que yo sepa, un reportero acude a una rueda a
preguntar, con la razonable argumentación previa que se espera de toda pregunta
fundamentada, pero preguntar. Sin embargo, el periodista toma la palabra para hacer
de todo menos preguntar. Increpa a los viejos terroristas para que pidan
perdón, rememora las 309 víctimas que suman entre todos los ex-presos presentes y se alza como adalid de la paz y la dignidad de las víctimas. Podría haber formulado una pregunta tozuda, conducente a que los propios asistentes se hubiesen retratado con su silencio, pero en lugar de eso optó, a mi parecer, por montar el espectáculo. A este colega de profesión habría que recordarle la frase del genial Kapuscinski “el trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse.”
A continuación, desautorización
del juez Pedraz. Después de introducir sutilmente aspectos que mosquean al
espectador sobre las intenciones del acto de Durango, se informa del auto del
juez de la Audiencia Nacional, Santiago Pedraz, que no aprueba la prohibición
solicitada por el colectivo de víctimas Dignidad y Justicia. El documento
judicial, de cuatro páginas, tiene mucho contenido, como que se fundamenta en
tres informes distintos (de la Guardia Civil, de la Ertzaintza y de la Policía
Nacional). Incluso hay una referencia directa a los medios. Nada de esto se
destaca en el informativo, tan solo un aspecto: que el juez no aprecia que haya
enaltecimiento del terrorismo en el acto. De nuevo, revoltijo de indignación en
las tripas de los ciudadanos sentados en el sofá, más de uno habrá exclamado “este
juez es tonto”. Reacción normal, cuando previamente te han puesto debajo de las
narices todas las supuestas evidencias. Es más, el único testimonio que se
recoge es el de un portavoz de la asociación denunciante, para reforzar la
tesis de que el acto sí era filoterrorista. No se contrapone a él ni las
palabras de un policía, de un jurista y desde luego, tampoco del colectivo de
presos. Mi compañero y futuro jurista, Carlos Afán, analiza con mayor
conocimiento de causa que un servidor el auto de Pedraz.
Y como cierre, capotazo al
Gobierno de Rajoy. No son pocos palos los que le está lloviendo al ejecutivo
popular por su política antiterrorista, tanto dentro como fuera de su partido,
por considerarla continuista a la de Zapatero. Hasta tal punto llega la
crispación interna sobre este asunto que incluso algunos círculos conservadores
barajan crear una alternativa electoral al PP. Así que Atresmedia no ha dudado
en destacar las palabras del Ministro del Interior, García-Margallo, diciendo
que el acto es “repugnante”, un testimonio que nada aporta a la ciudadanía a
comprender la noticia o su contexto. Obviamente, otras voces que podrían ser
pertinentes al sacarse la del ministro no se presentan (PSOE, IU, PNV, Bildu, etc).
Por supuesto, en ningún momento
se recuerda qué es la doctrina Parot (si es que lo han explicando decentemente
en alguna ocasión) ni como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos anuló las
condenas no porque los delitos fuesen leves o injustas las penas establecidas,
sino porque se enjuiciaron de forma inapropiada de acuerdo a las propias leyes
españolas. El profesor de Derecho Constitucional, Fernando Álvarez-Ossorio, lo
explica mejor que yo (y dudo que se le pueda acusar de radical filoterrorista). Explicar todo esto sí ayudaría a contextualizar el hecho y darle sentido.
Antes de terminar, justificarme, como tiene que hacer cualquier ciudadano español cada vez que habla de ETA sin gritarle improperios de forma automática. No soy proetarra (ya sé que “excusatio non petita, acusatio manifesta”, pero en este país de locos hay que darla) ni respaldo ni comparto las actuaciones de ETA ni de ningún colectivo que pretenda imponer sus ideas mediante la violencia. Ahora bien, lo que tampoco puedo compartir es que los medios de comunicación se conviertan en generadores de odio. La mejor manera, yo diría incluso la única, de acabar con el terrorismo es actuando de una forma diametralmente opuesta a él, es decir, aplicando con rigurosidad la ley y explicando con precisión la realidad. Lo contrario, la arbitrariedad y la propaganda, es propio de regímenes totalitarios y alienantes.
Reivindico un periodismo honesto. Ni si quiera le pido a Antena 3 neutralidad u objetividad, los eternos mitos del periodismo. Tan solo honestidad. Si van a mostrarse opiniones ante el hecho, que se muestren todas, y no solo las de un sesgo. Si se tiene la unidad indivisible de España como principio editorial del medio, que se defienda, pero no usando falsedades y medias verdades para demonizar los independentismos. Si se desea criticar el auto del juez, que se haga, pero con un experto, con argumentos sólidos, y no de soslayo, tirando la piedra y escondiendo la mano. Si hay que reivindicar el derecho a preguntar de los periodistas, adelante, pero es algo a exigir siempre, no solo ante aquellos que queramos desacreditar. (Sigo a la espera de que Antena 3 informe de abusos de poder como este de Moncloa). Articular una crítica hacia ETA, el colectivo de presos y sus pasos en falso es razonable y legítimo, argumentos no faltarían, pero inocular sutilmente el odio en las vísceras de la ciudadanía, eso, y no el acto de Durango, sí es que es repugnante.